martes, 30 de mayo de 2006

Ética, La Felicidad I

La felicidad escapa de nuestras manos
como el agua escapa entre los dedos
suavemente, inevitablemente,
y nos quedamos con las manos extendidas
y vemos cómo se van sacando
y no podemos hacer nada para evitarlo,
nada, sólo llorar.

Alguien que no recuerdo escribió este poema que yo debí leer hace mucho tiempo, y desde que decidí escribir algo acerca de la felicidad, ese poema viene una y otra vez a mi mente, no se puede decir que sea un poema filosófico pero invita a la reflexión sobre ese concepto escribo al que todos aspiramos.

Muchos filósofos a lo largo de la historia se han ocupado de la felicidad, han tratado de definirla, de desnudarla ante nosotros para que pudiéramos tener un conocimiento aproximado, también han intentado mostrarnos los caminos que nos conducen a ella, siempre dentro de la moralidad.
Según parece tanto los filósofos modernos como los antiguos coinciden en afirmar que la felicidad no se presenta nunca como un bien en sí mismo, ya que para saber lo que es la felicidad hay que conocer bien o bienes que la producen, la conclusión es que no puede definirse la felicidad si no se define un bien por subjetivo que éste sea.

Si pudiéramos disponer de esa " máquina del tiempo " de la que tanto hablan y escriben los relativistas, podríamos viajar al pasado, conocer a Aristóteles o a Kant, y tener una larga conversación con ellos acerca de la felicidad por ejemplo; nada nos resultaría más interesante, pero sólo disponemos de sus escritos y de mi imaginación.

Comencemos por decir que las doctrinas éticas que colocanla felicidad como bien supremo se denominan " eudemonistas ", pudiéndose entender esta felicidad de diversas maneras: como bienestar, como actividad contemplativa, como placer, etcétera....
Llegados a este punto citaremos la posición antagonista que mantuvieron los cirenaicos y los cínicos.

Cirenaicos: el placer de los sentidos, también llamado placer material es el fundamento imprescindible del placer espiritual, siendo el placer sensible algo del presente, consideramos que sólo el placer actual es un bien verdadero y nuestro deber es buscar la satisfacción de los deseos de tal forma que se eviten los dolores posteriores.

Cínicos: nos pronunciamos con desprecio hacia todo saber que no conduzca a la felicidad de una vida tranquila esta vida sólo puede conseguirse cuando se tiene un dominio suficiente sobre uno mismo, es decir cuando se alcanzan autosuficiencia o autarquía.
Nosotros despreciamos el placer, por ser el productor de felicidad, el que perturban la quietud del sabio. La regla del sabio es la prudencia, la sabiduría por la cual se eliminan todas las necesidades superfluas, sólo es necesaria la virtud.

Son dos posiciones extremas y contrarias, ambas fueron respetadas, valoradas, tenidos en cuenta por el hombre de aquella época; hoy en día me suenan como un eco del pasado haciéndose oír en el presente. Si tuviéramos que decir una de las dos formas de comportamiento para ser felices, pienso que en la actualidad la mayor parte de la gente elegiría como maestros a los cirenaicos, quizá unos pocos a los cínicos, no obstante lo más interesante de estas dos doctrinas es intentar entenderlas.

En otra ocasión hablaremos con Aristóteles.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si todavía no lo has leído, te recomiendo "El camino de la felicidad" de Eduard Punset. Da una visión racional y científica de la felicidad muy interesante.

Anónimo dijo...

Te tengo hace tiempo en Google reader, para ver lo que escribes, pero hoy de golpe me he encontrado con trece posts que, por lo que veo, has escrito ya hace tiempo. No ha funcionado bien Google reader y no he visto tus artículos hasta ahora. Saludos.