Cuando Collado pintó este cuadro las cálidas noches de verano en Valencia eran pobres de luz, el cielo era negro y brillaban infinidad de estrellas, tantas que no se podían contar. Solía andar descalza en la oscuridad sobre los ladrillos rojos de la terraza y tumbarme sobre un viejo colchón de espuma para mirarlas.
Fueron aquellos dulces momentos de reflexión cuando me sentí parte de ellas y comprendí la insignificancia de mis problemas y lo efímera que es nuestra existencia.
2 comentarios:
Nuestras existencias son efímeras, pero nos eternizamos en el recuerdo, y en las cosas que atesoramos con cariño.
Saluti dal Venezuela,
Bruno
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