Había
una vez un Pavo Real que vivía en un bosque junto con muchos otros seres vivos, y le
gustaba mucho impresionar a todos con su fascinante cola aunque tenía terror de que se acercasen a él, creía
que podían robarle sus plumas.
Y así
salía cada día a pasear por el bosque y extendía su magnífica cola al sol, y
era entonces cuando todos los animales se iban acercando admirados…
hipnotizados por la belleza sublime de su plumaje, pero este pavo respondía con
burla e insultos:
-“Aparta
Gallina que todas sois iguales de pegajosas”
-“Quita
de mi camino Gata que tienes muy malas artes.”
-“Fuera
Conejo envidioso tu nunca serás como yo.”
-“Vete
Paloma pija, que siempre estás volando cuanto te necesito.”
Como
muchos le conocían, algunos le criticaban y a otros solo les daba pena y
continuaban acercándose hasta que este pavo entraba en pánico y corría aterrorizado
a ocultarse, y casi siempre caía al fondo del mismo pozo.
Y así algunos
corrían tras él con la intención de ayudarle. La gallina le lanzó el cubo con
la cuerda para que se agarrara y subiera, pero este pavo respondía arrogante:
-“¿Crees
que me agarraría a ese cubo? Seguro que le pusiste una trampa”
La
gata le lanzaba la escalera con la intención de salvarle y este pavo respondía
soberbio:
-“¿Acaso
quieres que pise esa escalera sucia y vieja? Yo no merezco eso”
Más
tarde cuando todos dormían el pavo salía cauteloso del pozo y se recogía en su
lugar de descanso hasta el día siguiente.
Hasta
que un día amaneció sin plumas en la cola, quizás alguien se las robó…. quizás
cayeron solas…. nadie sabe como ocurrió… y se sintió desnudo y humillado,
entonces este pavo se hundió profundamente en la tristeza y no paraba de comer y
de beber para ahogar sus penas y se dio cuenta que de esa forma además se ponía
gordo.
Hasta
que un día cuando llegó al fondo de su desesperación decidió salir a tomar de
nuevo el aire, y se expuso al sol sin plumas sin nada que perder y fue entonces
cuando comprendió que no pasaba nada, y se sintió liberado, y fue así como se
dio cuenta muy sorprendido que ya no sentía miedo, porque no tenía nada que le
pudieran quitar.
Y poco
a poco fueron creciendo sus plumas y volvió a tener su fascinante cola y nunca más
tuvo miedo, porque de esa forma comprendió que las plumas podían quitárselas o caer por sí mismas, pero no importaba
demasiado, ya que solo la esencia de su ser las producía, y se dio cuenta de
que nadie podía arrebatarle lo verdaderamente auténtico y genuino de su naturaleza.
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