Había una vez un pequeño ruiseñor que vivía en una frondosa rama de un gran árbol de un inmenso bosque. El bosque estaba lleno de aves de vivos colores y de adorables cantos.
Nuestro ruiseñor era algo tímido y reservado y aunque procedía de una familia de pájaros cantores, tenía miedo a cantar. Pensaba que quizás su canto no sería como el arco iris bajo la lluvia, ni como la esencia de las especias, ni como el murmullo del viento en las hojas.
Nuestro pequeño amigo no se atrevía a cantar y menos donde pudiera ser escuchado por sus vecinos y conocidos.
Un día decidió contar su triste realidad a su amigo el grillo y este le pidió que susurrara en su oído un leve canto en un lugar apartado donde nadie pudiera escucharle. Y así lo hizo….
En un rincón solitario del bosque cantó un instante y…… quedó en silencio y tuvo mucho miedo al escucharse.
_¿Qué ocurre?_ preguntó el grillo
_Mira, ha dejado de lucir el sol y está lloviendo, esto no es un buen presagio_ contestó el pequeño ruiseñor.
Su amigo grillo que era muy sabio le mostró unas margaritas que estaban muy felices por el frescor de la lluvia sobre sus pétalos.
Y así nuestro pequeño amigo el ruiseñor comenzó a cantar y fue llevando la lluvia con su canto a todos los lugares donde la necesitaban y muchos admiraban su melodía y le agradecían su entrega.
Un día se volvió a encontrar con su amigo grillo y le contó que estaba contento de poder traer la lluvia para las flores y el bosque aunque le gustaría también que su canto fuera como el arco iris bajo la lluvia, y como la esencia de las especias, y como el murmullo del viento en las hojas.
Su amigo grillo que seguía siendo muy sabio le dijo que le iba a regalar unos cascos mágicos, y eran tan mágicos….. que cuando se los pusiera podría cantar y ver el arco iris bajo la lluvia, y oler la esencia de las especias, y escuchar el murmullo del viento en las hojas.
Y así fue…. Su canto se tornó maravilloso, y cuando cantaba con aquellos grandes cascos de color rosa sobre su cabeza, podía sentir vibrar su alma. Aunque sentía un gran peso.
Volvió nuestro pequeño ruiseñor a buscar a su sabio amigo grillo y le preguntó:
_¿Por qué necesito estos cascos mágicos para sentir mi canto?_
_Porque tu lo crees así_ contestó grillo y continuó diciendo:
_Los cascos no son mágicos, la magia está en tu creencia en tu imaginación que no tiene límites_
El pequeño ruiseñor comprendió que había estado limitado por sus creencias y se dio cuenta que no necesitaba cascos para ver el arco iris cuando cantaba.
Nuestro ruiseñor era algo tímido y reservado y aunque procedía de una familia de pájaros cantores, tenía miedo a cantar. Pensaba que quizás su canto no sería como el arco iris bajo la lluvia, ni como la esencia de las especias, ni como el murmullo del viento en las hojas.
Nuestro pequeño amigo no se atrevía a cantar y menos donde pudiera ser escuchado por sus vecinos y conocidos.
Un día decidió contar su triste realidad a su amigo el grillo y este le pidió que susurrara en su oído un leve canto en un lugar apartado donde nadie pudiera escucharle. Y así lo hizo….
En un rincón solitario del bosque cantó un instante y…… quedó en silencio y tuvo mucho miedo al escucharse.
_¿Qué ocurre?_ preguntó el grillo
_Mira, ha dejado de lucir el sol y está lloviendo, esto no es un buen presagio_ contestó el pequeño ruiseñor.
Su amigo grillo que era muy sabio le mostró unas margaritas que estaban muy felices por el frescor de la lluvia sobre sus pétalos.
Y así nuestro pequeño amigo el ruiseñor comenzó a cantar y fue llevando la lluvia con su canto a todos los lugares donde la necesitaban y muchos admiraban su melodía y le agradecían su entrega.
Un día se volvió a encontrar con su amigo grillo y le contó que estaba contento de poder traer la lluvia para las flores y el bosque aunque le gustaría también que su canto fuera como el arco iris bajo la lluvia, y como la esencia de las especias, y como el murmullo del viento en las hojas.
Su amigo grillo que seguía siendo muy sabio le dijo que le iba a regalar unos cascos mágicos, y eran tan mágicos….. que cuando se los pusiera podría cantar y ver el arco iris bajo la lluvia, y oler la esencia de las especias, y escuchar el murmullo del viento en las hojas.
Y así fue…. Su canto se tornó maravilloso, y cuando cantaba con aquellos grandes cascos de color rosa sobre su cabeza, podía sentir vibrar su alma. Aunque sentía un gran peso.
Volvió nuestro pequeño ruiseñor a buscar a su sabio amigo grillo y le preguntó:
_¿Por qué necesito estos cascos mágicos para sentir mi canto?_
_Porque tu lo crees así_ contestó grillo y continuó diciendo:
_Los cascos no son mágicos, la magia está en tu creencia en tu imaginación que no tiene límites_
El pequeño ruiseñor comprendió que había estado limitado por sus creencias y se dio cuenta que no necesitaba cascos para ver el arco iris cuando cantaba.
2 comentarios:
Presiosooooooooooooooooooo me ha encantado. muasssssssssss
Muchisimas gracias Mariam, es un lujo y un placer tenerte como lectora. Un beso.
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